El Real Madrid evitó el adiós prematuro a LaLiga sobre la bocina. Logró el triunfo después de tres partidos sin ganar en su estadio, con más empuje en el segundo acto, ante un Athletic que estuvo a punto de sacar tajada a la angustia blanca. Fue Valverde, Federico, quien dejó sin botín a Valverde, Ernesto, cuando se relamía con un punto de mérito. El golazo del uruguayo evitó la cohetería en la Ciudad Condal y certificó que el Madrid aún tiene constantes vitales, en un segundo tiempo para la esperanza blanca.
No fue para mucho el tirón de orejas del Bernabéu a su equipo por el bajonazo de la Champions. De hecho, a pesar de un arranque frustrante, sin juego ni velocidad ante un Athletic con pocos habituales, a que el único tiro del Madrid en 20 minutos fue un derechazo de Vinicius que salió de banda (sí, de banda), la única bronca neta llegó cuando el videomarcador enfocó a Mbappé. Pitos. No uno. Ni cien. Muchos. Y tan significativos que se pinchó rápido otra cámara. Por oposición, la grada blanca aclamó a Asencio tras un cruce.
Total, que lejos de aprovechar la concesión del Athletic con su once y buscar el gol con intensidad, el Madrid se conformó con el control sin profundidad. Y eso que Ancelotti ubicó a los interiores como laterales, Valverde y Camavinga, con Bellingham como falso ariete. Quien más lo intentó fue Vinicius, como hacía antes, pero en zonas sin trascendencia. Además, como dijo Courtois tras el Arsenal, si le hacen un dos contra uno a Vini no se puede intentar siempre en individual. Un córner desde la derecha botado por Modric y cabeceado entre Valverde y Bellingham que detuvo sin problemas Unai fue el primer y único remate entre palos. ¿Y el Athletic? Pues cómodo en su parcela, sin realizar grandes alardes defensivos ni asomarse al ataque. De hecho, no remató a portería, y puede que ese dato evitara una bronca más generalizada del respetable al equipo blanco. Difícil encontrar un primer tiempo más plano y plomizo en una temporada tan gris.
Parecía como si no se estuviera escapando LaLiga, visto el empeño y la intensidad blancas. Calentó en el descanso Endrick, un agitador de manual. Si algo hay que reprochar a Ancelotti es su respeto por los galones de los delanteros. Si no están, no son. No hubo cambio. Todo debía ir según el plan, es de suponer. El caso es que en cinco minutos el Madrid produjo tres buenas llegadas, con Rodrygo, Camavinga y Modric como protagonistas. Más intenso y profundo, con actitud, el equipo metió al Bernabéu en faena. Tchouaméni, entonado en el pivote, rozó la amarilla en una entrada a Berenguer, pero no fue el sustituido por Endrick sino Ceballos, falto de rodaje. Bellingham a la medular. Desde allí irrumpió para buscar con la cabeza el centro de exterior de Vinicius y obligar a Unai Simón a una buena mano. En el córner siguiente, el inglés cabeceó junto al palo, fuera.
Intervino Valverde, Ernesto, para buscar los tres puntos. Iñaki Williams, Maroan y Sancet al verde. Tres amenazas evidentes para equilibrar el duelo y avisar al Madrid que no debía descuidarse atrás. En una carrera probó Unai Gómez a Courtois, y en otra Maroan se midió con Asencio y pidió penalti. Pugna noble. En la siguiente, cazó al delantero y se llevó una amarilla de manual. Tanto que obligó a Ancelotti a relevarle por Lucas.
Mereció ganar el Madrid, sobre todo por el empeño de Vinicius. Fue un tormento permanente para Gorosabel, y después de un centro lateral de Valverde que no encontró a Endrick, controló en su banda, eludió a dos rivales y sorprendió junto al palo más cercano. En la revisión de la jugada, el VAR descubrió un fuera de juego milimétrico que mandó el golazo a la basura. Apretó de lo lindo al final, con otra llegada de Bellingham que envió arriba y un remate de Valverde desde lejos que botó antes y sacó Unai Simón con apuros. El aviso de Federico se transformó en sentencia ya en la prolongación, rebañando un rechace de Lekue para convertirlo en una volea monumental para responder al Barça. Aquí no se rinde nadie.