Valverde no se rinde

No anuncien aún una primavera sabática de Cibeles, porque fue domingo de resurrección en el Madrid. Al menos, en el marcador. Ante los suplentes del Athletic, alargó su shock durante el primer tiempo y casi se le va el partido en el segundo, en el que disfrutó de oportunidades suficientes para golear. Cuando no falta el fútbol, falta el acierto. Eso es el Madrid de esta temporada. Solo Vinicius estuvo por la reconciliación con el público, el único que creyó en la remontada ante el Arsenal, al comienzo. Había predicado en el desierto hasta que el resto se subió a su carro. Y en el descuento, el equipo se agarró a la Liga con un golazo de Valverde, el futbolista para todos los escenarios y todos los días. Le encontrarán en cualquier rincón del campo siempre. Es el verdadero irreductible del Madrid.

Era noche de juicio en el alto tribunal del Bernabéu después de una de esas semanas en que solo se habla de cuántos jugadores están de más y a cuántos se echa de menos, pero no hubo reproche. La afición animó como si nada hubiese ocurrido. Y Vinicius salió como si nada hubiese ocurrido, con aciertos y errores, pero implicadísimo. Fue el polvorilla de siempre, el despertador del Madrid. Él concentró todo el fuego del equipo en la primera mitad: desbordó, desafió a Gorosabel, esprintó, tuvo voluntad de resarcir al público. Nadie se sumó a su causa en ese inicio. Aun sin ayuda, pudo adelantar al Madrid en un fantástico eslálom, salvando las puertas de Vesga y Prado, para rematar alto. El balón, por cierto, lo había robado él. Ni siquiera en eso levantaba sospechas.

Ancelotti había emprendido una vuelta a los principios, a los suyos (el 4-3-3 puro) y a los de aquel tiempo feliz del curso pasado: los dos laterales que más confianza le inspiran, aunque literalmente no lo sean (Valverde y Camavinga); los dos centrocampistas de mejor pie (Modric y Ceballos) para auxiliar a Tchouameni, y Bellingham en ese papel de diez metido a nueve que tantos goles le dio al equipo. Un once que puede encerrar un mensaje. Quiten a Rodrygo, pongan a Mbappé y quizá tengan los que empezarán en la final de Copa. Al borde del abismo es probable que sea el momento de averiguar si el Madrid es más con un fantástico menos.

Un Athletic alternativo

En realidad, la del Madrid fue más una reforma estratégica que nominal, porque del desastre del miércoles solo se cayeron Alaba, Lucas Vázquez y el propio Mbappé para dar entrada a Camavinga, Modric y Ceballos. Lo explicó Toshack. El día después del apocalipsis no se salva nadie. Pasadas 72 horas casi todos están fuera de peligro, pero el mal continúa. Un solo disparo a puerta en la primera mitad, un juego previsible, plano, cómodo para diez del Athletic. Solo Gorosabel pasaba las de Caín ante Vinicius. El 75% de posesión no fue mando, sino empacho.

Vinicius marcó con este disparo, pero Munuera lo anuló por fuera de juego posicional previo de Endrick.JAVIER GANDULDiarioAS

Lo del Athletic sí fue un terremoto. Valverde puso al equipo B al completo salvo Unai Simón. De los que eliminaron al United solo repitió Berenguer, y fue porque Iñaki Williams no estaba a punto. No pareció una bilabainada. El equipo tiene la Champions casi en el bote y una oportunidad histórica en la Europa League, dos circunstancias que lo disculpan todo. En cualquier caso, poner a otros tiene como consecuencia inevitable jugar a otra cosa. Y si es cierto que esta versión afeitada del Athletic mantuvo el orden tradicional del equipo de Valverde, perdió mucho en la presión adelantada y casi todo en profundidad en las bandas sin los Williams. Sin ellos y sin Maroan, un nueve de los que se ponen pesados, el Athletic fue un cero en ataque hasta el descanso.

Tampoco fue mucho más el Madrid. No tuvo velocidad de circulación ni peligro. Bellingham y Rodrygo anduvieron desaparecidos. Modric y Ceballos no empujaron. Los laterales se quedaron cortos. Todos contribuyeron a una primera parte pelmazo.

La resurrección

El paso por el vestuario cambió al Madrid y cambió el partido. Despertó Rodrgyo, aumentó la velocidad de desplazamiento, hundió al Athletic y las oportunidades comenzaron a ser frecuentes, con remates del propio Rodrygo, Camavinga, Ceballos y Valverde, todos cerca del objetivo. Y como la cosa empezaba a pedir un nueve también puso a Endrick, pero curiosamente fue Bellingham quien ejerció como tal en dos cabezazos que pudieron entrar. Unai Simon le sacó el primero.

Valverde recibe la felicitación de Modric al final del partido.MariscalEFE

Valverde entendió entonces que era el momento de meter a los mejores y tiró de dinamita: Sancet, Iñaki Williams y Maroan, de un golpe. Quiso darle filo al equipo, pero para entonces el Madrid se había apropiado del partido abrumadoramente, en parte porque se lo entregó a Modric, que ponía en orden la casa. Valverde disparó al lateral de la red, Unai Simón rechazó un disparo de Rodrygo.

El asedio continuaba sin conquista, hasta que Vinicius se inventó un gol sin ayuda de nadie que invalidó Munuera, tras llamada del VAR, por interferencia previa de Endrick, que estaba en fuera de juego posicional, a un despeje de Paredes. Aceptable. Más que lo que ocurrió después cuando ni el colegiado ni la sala entendieron que existiera un penalti de Unai Núñez a Belllingham. Hubo contacto y pareció suficiente. Tampoco en esto está la suerte del lado del Madrid. Y ya en el descuento, con todo perdido, Valverde hizo justicia con misil de empeine total que mantiene el suspense en la Liga. Lo mereció el Madrid sobradamente a pesar del vagueo del primer tiempo. Lo merece el uruguayo casi siempre.

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