La herida sigue abierta y el campeón sigue en pie tras una eliminatoria agotadora, resuelta en el esprint de los penaltis, digno epílogo del drama que se suponía. El Madrid regaló al Atlético un gol de salida y ganduleó luego durante dos tercios del partido. Después falló un penalti y, pese a su mejoría, no le dio para resolver el pleito antes de la tanda fatídica. Ahí volvió a salirle cara. La supervivencia también es parte de su leyenda.
Antes, el Metropolitano había ablandado de salida a un Madrid chato, sin alma, que tuvo balón durante mucho tiempo sin que supiese bien para qué. El Atlético fue lo que le gusta a Simeone, un equipo que quiere tener razón en el fondo sin importarle demasiado la forma. Supo esperar, protegerse, y disfrutó de las mejores oportunidades, la mayoría producidas por Julián Alvarez, un futbolista de poca participación, pero de apariciones estruendosas. La desgracia se cebó con él. El penalti que transformó en la tanda fue invalidado por doble toque, producto de un resbalón. Insólito y extremadamente cruel.
No hay pizarra inmune a la emoción. La de Ancelotti quedó hecha añicos a los 29 segundos. En la misma jugada del saque inicial el Atlético se plantó en el área del Madrid. La cosa quedó en un insólito cinco contra cuatro, con Modric y Tchouameni por detrás de la línea enemiga. El resto pareció increíblemente sencillo: De Paul centró raso, la dejó pasar Giuliano y Gallagher empotró el balón en la red blanca desde el área pequeña. El escenario ideal para el Atlético: media eliminatoria por delante que iba a jugar en casa. Lo inesperado para el Madrid, que soñaba con que su ventaja en la ida abriera espacio a sus velocistas.
Un trasteo inútil
Al gol relámpago le siguió una interminable sucesión de pases del Madrid a ninguna parte. Para eso quizá había puesto Ancelotti a Modric, en una especie de vuelta a los clásicos.
Tarde, inesperadamente, quién sabe si por las molestias recurrentes de Camavinga, por sus últimas distracciones, o simplemente por indicación de un sexto sentido, el de la prudencia, entregó el partido al capitán blanco. Era la primera vez que repetía titularidad en la temporada un jugador con el que el madridismo se siente seguro. Conviene no pecar de edadismo con él, porque no ha dado motivos para ello.
Gallagher marcó así el único gol del encuentro.JAVIER GANDULDiarioAS
En el Atlético quedó claro que la derrota en la ida tuvo consecuencias. Tantas que Simeone remodeló la banda izquierda al completo. Por ahí se le había colado el Madrid durante muchos minutos con Valverde y Rodrygo, suficiente para que el argentino cambiara a Javi Galán y Lino por dos futbolistas más industriales, Reinildo y Gallagher, una medida de sabia cautela.
Con ellos el Atlético se defendía cómodamente, sin más sobresaltos que las ocurrencias de Vinicius sin compañía. En una de ellas, su centro tocó en la mano de Giuliano ya dentro del área. Para Marciniak no había distancia suficiente entre tronco y extremidad como para quebrantar esa ley que ahora es un junco. De cuando en cuando llegaba alguna salida rojiblanca con la impresión de que había más peligro ahí que en ese vadeo inútil del Madrid sobre el área atlética. Atracón de pelota, hambre de oportunidades.
Julián y Courtois
En esas tuvo el segundo dos veces Julián Alvarez, que es agente libre. No necesita de nadie para el gol. Lo rondó primero con su disparo alto y cruzado que exigió mucho a Courtois a mano cambiada. Y volvió a tentarlo después, en un remate con menos ángulo que le cerró el meta belga. La única respuesta blanca fue un tirito de Rodrygo que no despeinó a Oblak. Un Atlético atentísimo no toleraba más. Y ganaba todas las pelotas en disputa, incluso en área contraria. De esas no cazaba una Mbappé, encerradísimo, ahogado, impreciso. Y no estaba mejor Bellingham, sin nervio y sin profundidad. En cambio, De Paul era un gran hilo conductor de su equipo en las contras, que eran contadas y muy medidas, sin posibilidad de sorpresa en la vuelta.
Al comienzo de la segunda parte el Atlético había completado seis kilómetros más. Correr es al menos empatar, había dicho Ancelotti en la víspera. Por ahí también se explicaba el 1-0.
El desenlace
Todo lo interesante seguía ocurriendo en el área del Madrid. Otro tiro de Julián Alvarez rechazado por Courtois, un centro de Llorente que tras un roce en Tchouameni se volvió asesino, un cabezazo fuera de Lenglet… Cada ataque blanco era un mareo de perdiz. Cada recuperación atlética, un susto. El partido no se jugaba solo en el estadio del Atlético, también se cocía en la salsa de un equipo que caza al acecho.
Un doble toque en el lanzamiento de su penalti invalidó el gol de Julián Alvarez.Movistar
Varado en ese juego sin sal ni progresión, Ancelotti metió el bisturí por el centro. Valverde y Camavinga pasaron a ser los pivotes. Y de pronto, se abrió el partido para el Madrid gracias al empuje del uruguayo. En la primera jugada en que Mbappé tuvo espacio, limpió a Giménez y fue derribado claramente por Lenglet. El penalti lo pidió Vinicius y lo mandó a la tribuna. El error fue un factor de agitación en el partido y de resurrección blanca. Por primera vez el Madrid se puso a la altura de Atlético en intensidad y empezó a rondar el área con más intención. Para ayudar en la empresa llegó Brahim, el hombre de la ida, regateador confeso, un verdadero revulsivo. Mejoró a cualquiera del ataque. Para entonces el partido estaba quebrado por la fatiga de ambos, más del Atlético. Ya se sabía que la eliminatoria sería extenuante. El momento justo para que cambiara su ataque Simeone: Correa y Sorloth. La prórroga era irremediable.
Rüdiger transforma el penalti decisivo.Susana VeraREUTERS
Alexander-Arnold, roto
Kimmich, fin al culebrón
Ahí se intercambiaron ocasiones (Correa, Sorloth, Brahim, Valverde) con un Madrid más fresco y mejor, especialmente en la segunda mitad del tiempo extra. No le alcanzó para rematar al vecino y la puerta de los cuartos fueron los penaltis, llenos de crueldad. Falló dos el Atlético, uno por doble toque de Julián Alvarez, que se escurrió al lanzar y su golpeo de derecha también tocó en la izquierda, y solo uno el Madrid. Rüdiger, como en Mánchester, anotó el último y Simeone volvió a estrellarse en su techo de cristal.
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