De cabeza. A Sorloth se la puso Giuliano y la enchufó llevándose de paso por delante a Lejeune. A Sorloth se la puso Galán y la echó fuera. A Sorloth se la puso Julián, esta vez al pie, y topó con Batalla. Ni diez minutos se habían jugado y el noruego ya había tenido tres. A veces no lo encuentran, esta vez se hartaban de encontrarlo. El que vea la botella medio llena, se quedará con que había puesto por delante a su equipo; el que la vea medio vacía, con que pudo liquidar el partido a las primeras de cambio y no lo hizo. Comenta un buen amigo que otra cosa quizás no, pero que el bueno de Alexander tozudo es un rato…
Enseguida las aguas volvieron a su cauce, en cuanto Isi tuvo una y, sobre todo, en cuanto el Rayo apretó la salida para que el rival no jugara fácil. El partido atravesó un valle que sobre la media hora se convirtió en cordillera, venga a subir y bajar: un caño de Ratiu a Galán desembocó en otra clarísima de Isi a mayor gloria de Oblak, adivinen quién cabeceó desviado otro buen servicio de Galán, Isi que estaba en todas quiso que Álvaro marcara sin atender al meta del rival, Julián tuvo por fin una rojiblanca sin protagonismo noruego… aquello por momentos era un sindiós.
Uno de los motivos por los que el Atlético no era dueño y señor, más allá del criterio de Isi, ustedes perdonen la insistencia, pasaba por un doble pivote, De Paul y Barrios, al que momentáneamente no se veía cerca de su mejor versión, desmotivado el primero, lánguido el segundo. Pero al borde del refrigerio al argentino le dio por sacar el periscopio, para eso tiene el toque que tiene, para eso el Rayo se lo permitió, y Gallagher aprovechó la diagonal que había tirado para adelantarse otra vez con la testa y firmar el segundo. Así, como el que no quiere la cosa.
En realidad el partido tenía ese punto en el que nadie se juega gran cosa. El tercer puesto, sí; la opción europea, también. Pero, quizás porque unos aspiraban a más y otros dan por bueno no quedarse en menos, la tensión brillaba por su ausencia. Por eso faltaban dedos de la mano para contar los futbolistas que alternaban una acción brillante con una pifia grosera, como si ninguna de las dos opciones tuviera demasiada importancia. El Atlético se manejaba en 4-4-2 más allá de que Giuliano echara una mano atrás cuando resultara menester, el Rayo se disponía en algo parecido a un 4-2-3-1 con Nteka como supuesta referencia.
El arranque del segundo acto trajo viejos conocidos, Isi cabeceando, Oblak volando para sacarla. El esloveno se ha tomado el Zamora como aliciente, aunque no parece que sus compañeros anden convencidos de empeñarse colectivamente: sobre la hora de partido Ratiu tuvo otra y la echó fuera. Para entonces ya andaba sobre el césped Griezmann, recibido de aquella manera como sustituto de un Sorloth cuyo partido definitivamente no había sido bueno ni malo ni todo lo contrario. El francés tuvo la primera del Atlético poco después de ingresar.
Iñigo hizo un triple cambio por si acaso. Pero era que no: el Atlético tiró una contra para que Grizi habilitara a Julián y éste marcara con la derecha aunque sólo fuera por llevar la contraria a una noche de cabezazos y por agradecer la voluntad de su colega. A partir de ahí, más cambios, poco que llevarse a la boca y la última maravilla de Oblak, esta vez con Gumbau como damnificado. La tropa del Cholo en casa no es la tropa del Cholo a domicilio, las cosas son así. Como resultaría el asunto, por cierto, que González Fuertes pudo pasar prácticamente desapercibido, un par de tarjetas y poco más. Hoy tiene rueda de prensa en Sevilla y mañana se pondrá delante de las pantallas para la final de Copa. Calendario apretado, el de los árbitros.