Un partido de viernes por la noche compite con tantas alternativas de ocio que tiene que ser como el del Gran Canaria. Te tiene que mantener enganchado hasta el minuto 100. La UD igualó en el añadido un partido que perdía 0-2 en el minuto 89′ y que, si bien no le sirve para salir del descenso, sí vale para atar su cuerpo al del Alavés para hundir en el fango a los babazorros con ellos.
A los siete minutos llevábamos dos amarillas y un golazo. Mouriño cazó un rechace y metió un pase bombeadito al área que Toni Martínez enganchó a la media vuelta con un voleón que dibujó una parábola tan perfecta que hasta pegándole con la espinilla la clavó en la portería.
Toni, titular por las molestias de Kike García, parecía un niño al que llevan por fin a un parque de bolas. “¿Hemos pagado 90 minutos? Me voy a montar en todo”. En 20 minutos celebró un gol, chutó un balón al palo y le anularon otro tanto por fuera de juego. Las Palmas no era capaz de pararle y tampoco de crear peligro a un Adrián que debutaba como titular y que vivió un primer tiempo tranquilísimo. En parte gracias a Abqar, que es más molesto que un resfriado de esos que nunca se acaba de curar, se te agarra al cuerpo, te persigue y te hace toser cuando ya te creías liberado.
En el descanso intentó Diego Martínez cambiar la cara de su equipo con dos cambios, Mika Mármol y McBurnie, que apareció en el ataque amarillo como el colega que llega con hielos, repartiendo y creando ocasiones para sus compañeros. En una dejada suya de tacón tuvo una gran ocasión Moleiro, con un chut abajo que despejó muy bien Adrián.
Unos cambios con premio y un final de locos
Coudet movió el banquillo en el 60′ porque Toni se divirtió tanto que acabó cargado y sus cambios fueron efervescentes. A los dos minutos de entrar ambos, Villalibre metió un pase al hueco perfecto para Guridi, que dejó tirado a Cillessen con un toque y alojó la bola en la red.
McBurnie se picó, empezó a pelear en el área como un jugador de rugby y la tuvo dos veces. La primera la estrelló en el cuerpo de un valiente Adrián al que la valentía casi le cuesta un disgusto poco después, pero Mouriño acudió al rescate para evitar el gol del tanque escocés.
Y llegó la locura y la esperanza local, porque una manaza de Garcés provocó un penalti que Fabio Silva anotó justo antes de que el cuarto árbitro anunciase los ocho minutos de descuento que acabaron siendo diez por las pérdidas de tiempo. Y en el quinto hubo milagro. Moleiro cazó un rechace unos metros por detrás de la frontal y soltó un zapatazo imposible para Adrián.
El punto es un bajón para un Alavés que empieza a temer en el vuelo de vuelta que esos dos puntos perdidos le puedan hacer falta al final. En Las Palmas, pese al alegrón final, ya se escuchan más silbidos que píos. Tres puntos en las últimas diez jornadas. El amarillo palidece.